Por Inés Heras Pozas
El club de los poetas muertos.
Hoy, empezando Septiembre, vamos a hacer honor a un gran actor al que hallaron muerto, al parecer por voluntad propia, hace algo menos de un mes , un once de Agosto del 2014, y que casi indudablemente todos conoceréis: Robin Williams (no confundir con el cantante británico Robbie Williams). Le podéis haber visto en películas como "Jumanji", "El indomable Will Hunting", "Happy feat", "Insomnia", "The fisher king" "Robots", "Mrs. Doubtfire", "Noche en el museo", "Flubber y el profesor chiflado", "Good morning, Vietnam" o "Hook", entre otras muchas... o haciendo de mimo en Central Park como le pasó al fotógrafo Daniel Sorine sin saberlo. Un actor que hace de mujer e incluso de robot, o de profesor (no demasiado chiflado) como en la película de la que vamos a hablar un poco ahora.
Vamos a hacer mención especial a la primera película que he nombrado al principio de este escrito: El club de los poetas muertos; un clásico de 1989, dirigido por Peter Weir, en el cual Robin Williams actúa como John Keating, un profesor de literatura de un centro de élite. Sin embargo, John no es un profesor que trate de enseñar textos y fechas a sus alumnos, no es un profesor coñazo; John les hace vivir, con la ayuda de la poesía (su gran arma) y les introduce en el club de los poetas muertos, una vieja agrupación de la cual él había sido participe en sus tiempos jóvenes. Les hace recitar, les hace crear, les hace agruparse, les hace vivir... Les hace atreverse. Un profesor un tanto peculiar y con un sistema poco ortodoxo, que se sube a la mesa para enseñar a sus alumnos a ver el mundo de otra manera, desde arriba. Un profesor un poco chiflado que sabe llegar a sus alumnos, un profesor de los que pocos quedan. Sin embargo, no hay que perder la esperanza: aún existe algún Robin Williams que se sube al radiador y que saca lo mejor de sus alumnos, incluso de los más neuróticos.
Un clásico sobre la vida, que te enseña grandes lecciones: el Carpe Diem (aprovechar el momento, cada instante de vida) y a ser uno mismo, a andar como uno anda y no como el de alante lo hace. Para haceros una idea, para recordar aquello que se aprende con esta película y para incitar a los que aún no han tenido el placer de ver a John Keating y a sus alumnos (entre los que se encontraba ya el futuro Wilson de la serie del famoso Dr. House) en acción os recomiendo el siguiente artículo: 10 lecciones de vida que nos enseñó "El club de los poetas muertos".
Dead Poets Society, o en nuestra lengua Hoy, empezando Septiembre, vamos a hacer honor a un gran actor al que hallaron muerto, al parecer por voluntad propia, hace algo menos de un mes , un once de Agosto del 2014, y que casi indudablemente todos conoceréis: Robin Williams (no confundir con el cantante británico Robbie Williams). Le podéis haber visto en películas como "Jumanji", "El indomable Will Hunting", "Happy feat", "Insomnia", "The fisher king" "Robots", "Mrs. Doubtfire", "Noche en el museo", "Flubber y el profesor chiflado", "Good morning, Vietnam" o "Hook", entre otras muchas... o haciendo de mimo en Central Park como le pasó al fotógrafo Daniel Sorine sin saberlo. Un actor que hace de mujer e incluso de robot, o de profesor (no demasiado chiflado) como en la película de la que vamos a hablar un poco ahora.
Vamos a hacer mención especial a la primera película que he nombrado al principio de este escrito: El club de los poetas muertos; un clásico de 1989, dirigido por Peter Weir, en el cual Robin Williams actúa como John Keating, un profesor de literatura de un centro de élite. Sin embargo, John no es un profesor que trate de enseñar textos y fechas a sus alumnos, no es un profesor coñazo; John les hace vivir, con la ayuda de la poesía (su gran arma) y les introduce en el club de los poetas muertos, una vieja agrupación de la cual él había sido participe en sus tiempos jóvenes. Les hace recitar, les hace crear, les hace agruparse, les hace vivir... Les hace atreverse. Un profesor un tanto peculiar y con un sistema poco ortodoxo, que se sube a la mesa para enseñar a sus alumnos a ver el mundo de otra manera, desde arriba. Un profesor un poco chiflado que sabe llegar a sus alumnos, un profesor de los que pocos quedan. Sin embargo, no hay que perder la esperanza: aún existe algún Robin Williams que se sube al radiador y que saca lo mejor de sus alumnos, incluso de los más neuróticos.
Un clásico sobre la vida, que te enseña grandes lecciones: el Carpe Diem (aprovechar el momento, cada instante de vida) y a ser uno mismo, a andar como uno anda y no como el de alante lo hace. Para haceros una idea, para recordar aquello que se aprende con esta película y para incitar a los que aún no han tenido el placer de ver a John Keating y a sus alumnos (entre los que se encontraba ya el futuro Wilson de la serie del famoso Dr. House) en acción os recomiendo el siguiente artículo: 10 lecciones de vida que nos enseñó "El club de los poetas muertos".