Por Celeste
Tengo que reconocer que siempre fui más de Pacey Witter, y eso, obviamente, me pasó factura. Chicas, todo el daño que nos hizo Walt Disney no es nada comparado con el puñal que nos clavó Kevin Williamson al crear este personaje y con la pistola que nos puso en la cabeza Joshua Jackson (The Mighty Ducks, Cruel Intentions, la serie de televisión Fringe). Ni parecido, de verdad. Aunque afortunadamente soy de las pocas personas que han tenido que lidiar con ello. Y es que es una auténtica injusticia que esta serie únicamente sea conocida por ser la catapulta de estrellas de Hollywood tales como Katie Holmes (Batman Begins, The Kennedys) y Michelle Williams (Brokeback Mountain, Blue Valentine, Mi semana con Marilyn). James Van der Beek no tuvo tanta suerte (directamente os voy a dejar disfrutar de su movimiento de caderas, no merece la pena que os hable de sus proyectos cinematográficos)
Dawson Crece y creció mucho más de lo que yo podía ese verano. Me dejaron completamente atrás, con 500 palabras apuntadas en una libreta para buscar en el diccionario. Con una visión frenética, angustiosa y excitante de lo que serían los próximos años de mi vida, del gran paso que supone dejar de lado la adolescencia y mirarla desde arriba, desde la barrera, desde la ventana, desde el otro lado del río. Mirarla con ojos de adulto, con ese bagaje propio de aquellas personas que experimentaron y maduraron a partes iguales, que dejaron de ser unos niños y pasaron a la universidad, que dejaron la universidad por cumplir el sueño de sus vidas, que se subieron en la montaña rusa más grande de Capeside, rieron, lloraron, jugaron, aprendieron, ganaron, lucharon, fracasaron y, en definitiva, vivieron.
¿Y qué puedo decir yo si todavía me sigo emocionando al escuchar Run like mad y I don’t want to wait? Si nunca entenderé aquel cambio de canción. Y si en realidad no quiero entenderlo. Siempre será la serie de mi adolescencia, aquella serie pionera en besos homosexuales televisivos, aquella serie que siempre recordaré y guardaré un enorme cariño.
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