Por Phoenix
¡Muy buenas a todos!
Ciencia para a-lelos Estrenamos por fin hoy la sección de la Revista Holiwi. Antes de meternos de lleno en el asunto, considero necesario realizar una breve referencia al título de este mi espacio. El juego de palabras resultará más evidente a los que todavía recuerden aquellos términos de genética de la clase de biología; a los que no, no problemo; es precisamente esta la meta de la presente publicación: tratar de exponer temas científicos de interés de forma comprensible, de manera que hasta los legos en la materia puedan disfrutar y apasionarse con este mundo.
Lamentablemente, ando todavía un pelín de vacaciones, así que con todo el dolor de mi corazón cerebro, no os puedo ofrecer un artículo en condiciones. Mas no temáis; os prometo que la espera tendrá recompensa. Como excepcional aperitivo; las primeras líneas.
[2] Salvo que hubiera errores en ellos, en cuyo caso provocarían que no lo hiciese debidamente. Enfermedades genéticas, ¿no?
Muy posiblemente, la totalidad de veces que hayáis escuchado esta expresión habrá sido ligada a fenómenos paranormales. He ahí la cuestión: mi objetivo es disipar dicha impresión; mostrar cómo se trata de un proceso susceptible de ser explicado científicamente (aunque todavía no se haya hecho completamente). Y tened algo presente: ello no implica que deje de ser maravilloso.
Continuará...
Como conclusión al escrito de hoy, me gustaría comentar algo a colación de las últimas palabras que empleaba al final del adelanto: <<ello no implica que deje de ser maravilloso>>. Aunque desearía pensar que se trata de una concepción en recesión, es bien cierto que la ciencia, lo científico, con mucha frecuencia suelen presentarse como antítesis a la fascinación, al asombro, al sobrecogimiento; emociones tradicionalmente asociadas al misterio de lo "inexplicable".
<<Ah, la ciencia le quita la magia a las cosas>>. Y, sin embargo, nadie trataría de rebatir la premisa de que solo alcanzando un conocimiento profundo y veraz de una persona puedes llegar a amarla. Indudablemente, podría darse el caso de que al intimar con ella, la ilusión que te habías erigido se desvaneciese. Y habrá quien argumente a favor de una infinita superioridad de las idealizaciones sobre la certeza. Pero incluso aquellos son en su fuero interno conscientes de cómo pugnamos por hacer realidad nuestros sueños, de cómo nos desharíamos en lágrimas de júbilo con ver hechas carne nuestras imaginaciones. Porque en última instancia, es lo verdaderamente existente lo que importa. Solo alcanzando un conocimiento profundo y veraz de una persona puedes llegar a amarla sinceramente. Nuestro Universo es maravilloso; nuestro Universo es un inmenso desconocido. La ciencia no hace sino ayudarnos a comprenderlo; a abrazarlo con el pensamiento. Y es esa consciencia de lo que nos queda aún por saber, de la caducidad de lo que creemos conocer, de la existencia de misterios que escapan inclusive a nuestra imaginación; es esa consciencia la que nos fascina, la que nos llena de asombro, la que nos sobrecoge.
La que impide que jamás dejemos de preguntarnos: ¿por qué?
<<Ah, la ciencia le quita la magia a las cosas>>. Y, sin embargo, nadie trataría de rebatir la premisa de que solo alcanzando un conocimiento profundo y veraz de una persona puedes llegar a amarla. Indudablemente, podría darse el caso de que al intimar con ella, la ilusión que te habías erigido se desvaneciese. Y habrá quien argumente a favor de una infinita superioridad de las idealizaciones sobre la certeza. Pero incluso aquellos son en su fuero interno conscientes de cómo pugnamos por hacer realidad nuestros sueños, de cómo nos desharíamos en lágrimas de júbilo con ver hechas carne nuestras imaginaciones. Porque en última instancia, es lo verdaderamente existente lo que importa. Solo alcanzando un conocimiento profundo y veraz de una persona puedes llegar a amarla sinceramente. Nuestro Universo es maravilloso; nuestro Universo es un inmenso desconocido. La ciencia no hace sino ayudarnos a comprenderlo; a abrazarlo con el pensamiento. Y es esa consciencia de lo que nos queda aún por saber, de la caducidad de lo que creemos conocer, de la existencia de misterios que escapan inclusive a nuestra imaginación; es esa consciencia la que nos fascina, la que nos llena de asombro, la que nos sobrecoge.
La que impide que jamás dejemos de preguntarnos: ¿por qué?