Por Phoenix
¡Muy buenas!
Se nos ha hecho de rogar (una semana más de lo esperado), pero al fin está listo para publicación el prometido artículo sobre las experiencias extracorporales. No me voy a enrollar más; aquí lo tenéis, sin más dilación: Science is coming!
Se nos ha hecho de rogar (una semana más de lo esperado), pero al fin está listo para publicación el prometido artículo sobre las experiencias extracorporales. No me voy a enrollar más; aquí lo tenéis, sin más dilación: Science is coming!
ale, os estoy escuchando ahora mismo. <<¿Pero no era una publicación científica? ¿Qué será lo siguiente, tarot y horóscopos?>>. <<A mí esto me lo explicas, o esta noche no duermo>>, diría un gran profesor mío.
Muy posiblemente, la totalidad de veces que hayáis escuchado esta expresión habrá sido ligada a fenómenos paranormales. He ahí la cuestión: mi objetivo es disipar dicha impresión; mostrar cómo se trata de un proceso susceptible de ser explicado científicamente (aunque todavía no se haya hecho completamente). Y tened algo presente: ello no implica que deje de ser maravilloso.
Me ha parecido interesante ilustrar el fenómeno con un experimento que se llevó a cabo hace unos años. De este se puede derivar no solo que las experiencias extracorporales no son “cosa de otro mundo”, sino que el yo, ese concepto tan aparentemente inaprensible, es algo que la ciencia puede aspirar a comprender algún día. Bueno, ¿y en qué consiste el dichoso experimento? Básicamente, el neurocientífico Henrik Ehrsson, del Karolinska Institutet de Estocolmo, ha logrado inducir experiencias extracorporales en individuos sanos.
<<A todo esto, ¿y qué es una experiencia extracorporal exactamente?>>, os estaréis preguntando con razón. Las primeras descripciones (en el terreno científico) de experiencias extracorporales (en adelante OBEs, del inglés Out-of-Body Experiences) se remontan a finales de los 70, donde se las consideró un tipo específico de despersonalización, debido a la aparente similitud existente entre ambas condiciones. Precisamente por ello, he considerado útil contraponerlas; conocer sus semejanzas y diferencias nos servirá para que la idea global sea más fácil de comprender.
Así pues, ¿a qué llamamos despersonalización? El DSM-IV[1] nos lo define como: “una sensación de extrañeza o distanciamiento de los procesos mentales y del propio cuerpo, junto a la conservación del sentido de la realidad”. Esto es, el individuo se siente como un observador externo a su propio pensamiento y/o cuerpo. Como si el que estuviese ahí, pensando, actuando, no fuese él; como si fuese un autómata; como si se encontrase viviendo una película o un sueño, aunque siendo siempre consciente de que es una mera percepción y no algo real.
Quizá, al leer la anterior descripción, os hayáis visualizado de pie junto a vuestro cuerpo, observándoos desde fuera. Pues bien, es precisamente aquí donde radica la principal distinción entre un episodio de despersonalización y una OBE: en la despersonalización, no existe cambio de perspectiva del yo. Es decir, sientes que tu yo es irreal; que tu cuerpo no te pertenece; pero sigues percibiendo el entorno desde una perspectiva egocéntrica, desde el interior de tu cuerpo. Más sencillo resulta visualizar lo que sucede en una OBE, que apuesto ya habéis deducido: efectivamente, se trata de una alucinación en la que el yo pasa de una perspectiva egocéntrica a una exocéntrica; percibes el entorno y/o tu cuerpo desde un punto de vista externo, situado generalmente por encima de este último.
¿Más diferencias? Pues sí, algunas más: la despersonalización se presenta con “anestesia sensorial, ausencia de respuesta afectiva y sensación de pérdida de control de los propios actos”; por el contrario, una OBE es vívida, muy convincente, ya que además de un fuerte componente visual, suele presentarse con otras sensaciones que contribuyen a su realismo (sensación de estar flotando, mareo, desorientación…). Además, frente al aspecto onírico de un episodio despersonalización, los individuos que han sufrido una OBE describen una mayor claridad de pensamiento e intensidad de consciencia. Para terminar, los episodios de despersonalización suelen producirse en el transcurso de algunas enfermedades mentales, a causa de un acontecimiento estresante grave, o por la ingestión de alucinógenos, mientras que una OBE puede también aparecer, espontáneamente, en situaciones relajadas.
¡Bueno, ya estamos preparados para disfrutar el experimento! Es muy sencillo de visualizar (de hecho, incluso podéis verlo aquí): el voluntario se sienta de espaldas a una cámara, colocándose unas gafas de realidad virtual que le muestran lo que el aparato está grabando. A continuación, el experimentador golpea simultáneamente el pecho físico del individuo y el “virtual”, desde el punto de vista de la cámara. Unos segundos después, el sujeto siente que los toques se están produciendo sobre su cuerpo virtual, y que se encuentra detrás del físico. Para comprobar que se ha logrado la ilusión, el científico ataca repentinamente al yo virtual con un martillo; dos electrodos colocados en los dedos del sujeto detectan el sudor que aparece automáticamente en su piel, así como la aceleración de su pulso.
Y es que el sentido del yo en un cuerpo no nos viene de fábrica, por así decirlo, sino que es construido continuamente por el cerebro mediante la integración de información procedente de diversos sentidos: vista, tacto, equilibrio, posición relativa de las partes del cuerpo… Sin embargo, ante un conflicto entre ellos (y el experimento sugiere que visión y tacto juegan un papel capital), el cerebro puede decidir que el yo ya no se halla dentro de las barreras físicas de su cuerpo.
Et c’est fini! O casi: el equipo de Ehrsson logró a continuación convencer a los participantes de que se hallaban en el interior del cuerpo de un maniquí (de hecho, si investigáis los videos relacionados al que os indiqué antes, podréis ver unas cuantas ilusiones más). Así pues, aunque todavía se trabaja en ello, existe una gran variedad de potenciales aplicaciones de esta experiencia: desde inducir en amputados un sentido de propiedad sobre sus prótesis, hasta introducir virtualmente a cirujanos en microrrobots para operaciones delicadas. Y cómo no: llevar el control de los videojuegos a todo un nuevo nivel.
¡Ahora sí, esto es todo por hoy! Espero que lo hayáis disfrutado; ¡nos vemos en la siguiente publicación!
BIBLIOGRAFÍA
- APA (2002) Manual Diagnóstico y Estadístico de los trastornos mentales, DSM-IV-TR. Barcelona: Masson
- http://www.nature.com/news/out-of-body-experience-master-of-illusion-1.9569#/ref-link-8
- http://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC3812871/#!po=92.8571
- http://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/15089102
- http://www.nytimes.com/2007/08/23/health/23iht-23body.7232169.html?_r=0
- http://www.ucl.ac.uk/media/library/outofbody
[1] Se trata de uno de los principales manuales de referencia que psiquiatras y psicólogos emplean para el diagnóstico de enfermedades mentales.
VMuy posiblemente, la totalidad de veces que hayáis escuchado esta expresión habrá sido ligada a fenómenos paranormales. He ahí la cuestión: mi objetivo es disipar dicha impresión; mostrar cómo se trata de un proceso susceptible de ser explicado científicamente (aunque todavía no se haya hecho completamente). Y tened algo presente: ello no implica que deje de ser maravilloso.
Me ha parecido interesante ilustrar el fenómeno con un experimento que se llevó a cabo hace unos años. De este se puede derivar no solo que las experiencias extracorporales no son “cosa de otro mundo”, sino que el yo, ese concepto tan aparentemente inaprensible, es algo que la ciencia puede aspirar a comprender algún día. Bueno, ¿y en qué consiste el dichoso experimento? Básicamente, el neurocientífico Henrik Ehrsson, del Karolinska Institutet de Estocolmo, ha logrado inducir experiencias extracorporales en individuos sanos.
<<A todo esto, ¿y qué es una experiencia extracorporal exactamente?>>, os estaréis preguntando con razón. Las primeras descripciones (en el terreno científico) de experiencias extracorporales (en adelante OBEs, del inglés Out-of-Body Experiences) se remontan a finales de los 70, donde se las consideró un tipo específico de despersonalización, debido a la aparente similitud existente entre ambas condiciones. Precisamente por ello, he considerado útil contraponerlas; conocer sus semejanzas y diferencias nos servirá para que la idea global sea más fácil de comprender.
Así pues, ¿a qué llamamos despersonalización? El DSM-IV[1] nos lo define como: “una sensación de extrañeza o distanciamiento de los procesos mentales y del propio cuerpo, junto a la conservación del sentido de la realidad”. Esto es, el individuo se siente como un observador externo a su propio pensamiento y/o cuerpo. Como si el que estuviese ahí, pensando, actuando, no fuese él; como si fuese un autómata; como si se encontrase viviendo una película o un sueño, aunque siendo siempre consciente de que es una mera percepción y no algo real.
Quizá, al leer la anterior descripción, os hayáis visualizado de pie junto a vuestro cuerpo, observándoos desde fuera. Pues bien, es precisamente aquí donde radica la principal distinción entre un episodio de despersonalización y una OBE: en la despersonalización, no existe cambio de perspectiva del yo. Es decir, sientes que tu yo es irreal; que tu cuerpo no te pertenece; pero sigues percibiendo el entorno desde una perspectiva egocéntrica, desde el interior de tu cuerpo. Más sencillo resulta visualizar lo que sucede en una OBE, que apuesto ya habéis deducido: efectivamente, se trata de una alucinación en la que el yo pasa de una perspectiva egocéntrica a una exocéntrica; percibes el entorno y/o tu cuerpo desde un punto de vista externo, situado generalmente por encima de este último.
¿Más diferencias? Pues sí, algunas más: la despersonalización se presenta con “anestesia sensorial, ausencia de respuesta afectiva y sensación de pérdida de control de los propios actos”; por el contrario, una OBE es vívida, muy convincente, ya que además de un fuerte componente visual, suele presentarse con otras sensaciones que contribuyen a su realismo (sensación de estar flotando, mareo, desorientación…). Además, frente al aspecto onírico de un episodio despersonalización, los individuos que han sufrido una OBE describen una mayor claridad de pensamiento e intensidad de consciencia. Para terminar, los episodios de despersonalización suelen producirse en el transcurso de algunas enfermedades mentales, a causa de un acontecimiento estresante grave, o por la ingestión de alucinógenos, mientras que una OBE puede también aparecer, espontáneamente, en situaciones relajadas.
¡Bueno, ya estamos preparados para disfrutar el experimento! Es muy sencillo de visualizar (de hecho, incluso podéis verlo aquí): el voluntario se sienta de espaldas a una cámara, colocándose unas gafas de realidad virtual que le muestran lo que el aparato está grabando. A continuación, el experimentador golpea simultáneamente el pecho físico del individuo y el “virtual”, desde el punto de vista de la cámara. Unos segundos después, el sujeto siente que los toques se están produciendo sobre su cuerpo virtual, y que se encuentra detrás del físico. Para comprobar que se ha logrado la ilusión, el científico ataca repentinamente al yo virtual con un martillo; dos electrodos colocados en los dedos del sujeto detectan el sudor que aparece automáticamente en su piel, así como la aceleración de su pulso.
Y es que el sentido del yo en un cuerpo no nos viene de fábrica, por así decirlo, sino que es construido continuamente por el cerebro mediante la integración de información procedente de diversos sentidos: vista, tacto, equilibrio, posición relativa de las partes del cuerpo… Sin embargo, ante un conflicto entre ellos (y el experimento sugiere que visión y tacto juegan un papel capital), el cerebro puede decidir que el yo ya no se halla dentro de las barreras físicas de su cuerpo.
Et c’est fini! O casi: el equipo de Ehrsson logró a continuación convencer a los participantes de que se hallaban en el interior del cuerpo de un maniquí (de hecho, si investigáis los videos relacionados al que os indiqué antes, podréis ver unas cuantas ilusiones más). Así pues, aunque todavía se trabaja en ello, existe una gran variedad de potenciales aplicaciones de esta experiencia: desde inducir en amputados un sentido de propiedad sobre sus prótesis, hasta introducir virtualmente a cirujanos en microrrobots para operaciones delicadas. Y cómo no: llevar el control de los videojuegos a todo un nuevo nivel.
¡Ahora sí, esto es todo por hoy! Espero que lo hayáis disfrutado; ¡nos vemos en la siguiente publicación!
BIBLIOGRAFÍA
- APA (2002) Manual Diagnóstico y Estadístico de los trastornos mentales, DSM-IV-TR. Barcelona: Masson
- http://www.nature.com/news/out-of-body-experience-master-of-illusion-1.9569#/ref-link-8
- http://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC3812871/#!po=92.8571
- http://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/15089102
- http://www.nytimes.com/2007/08/23/health/23iht-23body.7232169.html?_r=0
- http://www.ucl.ac.uk/media/library/outofbody
[1] Se trata de uno de los principales manuales de referencia que psiquiatras y psicólogos emplean para el diagnóstico de enfermedades mentales.